(...)¡Como habían cambiado sus espectativas respecto a los objetos hallados! En otros tiempos, no tan lejanos, se hubiera apropiado de las losetas y las hubiera vendido al mejor postor en alguna subasta clandestina. Pero esta vez el ambicioso papa de Roma lo había provisto de medios generosos para la búsqueda, y no necesitaba dinero como en otras ocasiones en las que lo crematístico primava ante cualquier otra previsión. (...)
- Los pináculos del cielo, de Kendall Maison, pág. 158 -
Felices pesadillas
Hace 8 horas
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